La coleccionista by Marie Benedict

La coleccionista by Marie Benedict

autor:Marie Benedict
La lengua: spa
Format: epub
editor: Planeta México
publicado: 2022-06-06T01:34:50+00:00


Capítulo 21

2 de junio de 1910

Nueva York, Nueva York

El magnífico vitral del despacho del señor Morgan está entreabierto y una brisa cálida, pero refrescante, se abre paso en la habitación. Por un momento puedo sentir que respiro, aquí sentada frente al señor Morgan, con nuestro juego de bésigue extendido sobre su escritorio.

El aire que circula ayuda a calmar la falta de ventilación que puede resultar de las múltiples capas de tela, del humo del puro que flota por toda la oficina, o de la asfixia que me hace sentir la creciente dependencia del señor Morgan sobre mí.

No me molesta; al contrario, anticipo el tiempo y la atención que el señor Morgan requiere de mí, en particular cuando refleja mis responsabilidades, cada vez mayores, tanto en la biblioteca como en la sociedad. Pero a partir del otoño, después de que Bernard regresó a Europa, el señor Morgan comenzó a solicitarme a su lado para todos los aspectos de su vida.

Empezó con una «invitación» a una cena familiar para festejar el cumpleaños de Jack; una sorpresa, puesto que jamás me habían pedido asistir a eventos estrictamente familiares. Al principio pensé que solo eran amables al invitarme, ya que ayudé con la organización, así que rechacé amablemente la invitación.

—Usted es familia, Belle, pero esta no es una invitación de cortesía. Le estoy pidiendo que esté ahí.

Asistí porque entendí lo que el señor Morgan quería decir con que me lo estaba pidiendo; por razones que él conoce mejor que nadie, asistir a sus eventos familiares se convirtió de pronto en parte de la descripción de mi puesto. Cuando llegué, su familia fue amable, aunque los ceños fruncidos me decían que mi presencia los asombraba tanto como a mí la invitación. Esta fue la primera de muchas ocasiones privadas de los Morgan en donde, aunque no encajaba, mi presencia era obligatoria. Me convertí en parte del mobiliario en más cenas familiares de cumpleaños, incluyendo las de los nietos, una pequeña reunión por el aniversario de Louisa, e incluso un crucero por el puerto para celebrar los logros de Anne en el Colony Club. Después, también requirió mi presencia en las vacaciones.

Este cambio me desconcertaba. Me preguntaba si estaba replanteando nuestra relación, pero jamás pasamos de lo profesional a lo personal, más allá de esta inclusión. En cada evento me presentaba como su bibliotecaria, y era así como me trataban. Pero lo que ha quedado suficientemente claro es que el señor Morgan me necesita cada vez más.

Un rayo de luz azulada se filtra por los vitrales hasta el escritorio, y con él, la brisa se convierte en una ráfaga inexplicable que hace volar la baraja que está sobre la mesa. Corro alrededor de la enorme oficina para recogerlas y con cuidado las vuelvo a colocar en su posición original. Luego espero el momento perfecto.

Cuando juego mi carta, digo:

—Escuché que el manuscrito ilustrado de Hans Memling podría entrar al mercado en unos meses. —Mi tono es casual, como si no hubiera planeado hacer este comentario desde hace ya varios días.



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